“Si nuestra opción es por el hombre,
la educación es, por consiguiente,
acción cultural para la libertad”.
Paulo Freire.
Por Daniela Álvarez.
Cierta vez escuché de un crítico de la situación de la educación en Chile, que los estudiantes chilenos eran unos sobrevivientes. Esto básicamente porque los diversos estudios que se han realizado para evaluar la calidad de la educación sólo demuestran que niños y niñas van a la escuela precisamente a hacer cualquier cosa menos a aprender. Lapidario análisis.
Estos escasos logros han llevado al país a implementar varias medidas y en la búsqueda de culpables, la labor del profesor ha sido siempre la primera en cuestionarse. Por consiguiente, bajo este panorama, no es poco probable que muchas personas me hayan preguntado y sigan preguntado ¿Por qué decidiste estudiar pedagogía? Una consulta generalizada de mis conocidos, amigos y especialmente familiares, que me veían estudiando derecho o alguna carrera más rentable y valorada. Otros, un tanto menos familiarizados con mi personalidad, me preguntan con un tono más de afirmación que de pregunta, si estudio Educación General Básica porque me gustan los niños.
No fue hasta hace tres años que dilucidé que esto era por lo que quería apostar. Para llegar a ese momento, todas mis experiencias fueron determinantes, incluso dejar pendiente una carrera que me permitió analizar y profundizar mi visión sobre la sociedad: sociología.
Por tanto, ¿Qué me motivó a tomar esta decisión? Ciertamente, un pensamiento que necesitaba madurar, pero cuando se hizo claro no me hizo dudar más: la educación ayuda a las personas a encontrar la libertad personal que sólo el conocer nos puede proporcionar.
La gente se queda atónita la mayoría de las veces al escuchar esta respuesta, puesto que generalmente piensan que asentiré a sus supuestos de que mi única razón de estudiar pedagogía es “porque me gustan los niños”. Razón que no desvalorizo para nada, pero bordea en lo simple para mi gusto y no lo considero suficiente para defender el porqué elegir tan importante camino como es el de educar.
Para clarificar mi postura, quiero hacer gala de una magnífica frase del educador brasileño Paulo Freire: “toda práctica educacional implica una postura teórica por parte del educador. Y esta postura teórica implica, a veces más, a veces menos implícitamente, una interpretación del mundo y del hombre.” (1) Es decir, para mí, elegir estudiar pedagogía implica situarme en una postura que refleja mi visión de mundo. Debo mencionar que este punto de vista encuentra su mayor sustento en los pensamientos de Freire.
En relación a lo anterior, lo que considero más fundamental es mi perspectiva sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje. Este proceso, para ser un acto de conocimiento, debe poseer un carácter dialógico, o sea, demanda una relación de diálogo entre profesores y alumnos. Dicho de otro modo, la educación es un proceso recursivo, en el cual tanto profesores como alumnos se relacionan generando un constante aprendizaje donde se integran conceptos culturales.
De esta manera, asumo el rol de profesor (que pretendo alcanzar) como dotado por sobre todo de un constante aprendizaje, proporcionado por la interacción cotidiana e infinitamente variable que su desempeño permite. Así, considero y defino a la relación que se establece en el aula, como una oportunidad única donde un sujeto se encuentra en un constante aprender. Para Paulo Freire (1974) la posibilidad del acto de conocer a través de la praxis educativa es el medio por el cual el hombre es capaz de transformar la realidad.
Ese proceso activo de conocer, que puede transformar la realidad, permitirá al hombre encontrar la libertad personal, donde pueda distanciarse objetivamente del mundo, al mismo tiempo que es con él. En las palabras de Freire “el hombre sería solamente un ser determinado, incapaz de pensar en términos de su liberación, si no pudiera romper su adherencia al mundo y emerger de él, como una conciencia constituida en la re-admiración del mundo”. (2) Es decir, el hombre, como ser consciente, no estaría solamente en el mundo, sino con éste y junto con otros hombres, siendo capaz así de transformar al mundo por medio de su acción.
¿Por qué es tan importante transformar el mundo por medio de la acción? Porque en caso contrario el hombre no sería libre, para él “vivir sería sólo existir” y comprenderlo de esta manera sería situarnos en un rol pasivo de las personas en sus aprendizajes o en su relación con el mundo, esa “cultura del silencio” a la que hace mención Freire.
En síntesis, ¿Qué más importante que una praxis educativa que permita el emerger consciente del hombre? Esta actual sociedad de consumo no fomenta la problematización y pareciera que sólo busca consumir a las personas hasta domesticarlas y dominarlas, transformándolas en seres inconscientes y pasivos que no puedan intervenir en su realidad, que dicen sí a todo hasta perder absolutamente su libertad.
Elegir educar en el siglo XXI es otorgarle una importancia incomparable a la pedagogía, como la acción cultural por antonomasia de la libertad, esa acción, esa interacción, esa herramienta que nos puede permitir guiar la reflexión y construcción de la realidad para la liberación del hombre, ese hombre que se eleva consciente, crítico y construye sus propios significados.
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[1] Freire, Paulo (1974). Acción cultural para la libertad. Buenos Aires, Argentina: Editorial Tierra Nueva S.R.L. p. 17.
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